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Estimado Profesor Juan Carlos Michelini:
 
Hace 30 años y unos pocos días; yo tenía 20 y corría Noviembre de 1978. Nosotros cursábamos el tercer año de la carrera de Contador; usted enseñaba Contabilidad General II, donde estudiábamos valuación contable entre otros temas. Dicha Cátedra lo tenía de titular al Profesor Chianalino –recientemente fallecido– quien se desempeñaba como Decano y no daba clases, con lo cual estaba la materia a su cargo.
 
Asistíamos a clases en el aula que estaba entre la vieja entrada por Veinticinco de Mayo y el aula de la esquina de esa calle con Moreno; me acuerdo perfectamente.
 
Supongo que sería la última semana del cuatrimestre. En aquellos años los cuatrimestres duraban cuatro meses –todo tiempo pasado fue más exacto– y no tres, además no había turnos intermedios de examen. Mis apuntes de aquella época indican que se trataba de un día miércoles a última hora, pero no estoy seguro.
 
Sobre el final de la clase usted nos pidió que no nos retiráramos y nos dijo: "¿Saben de la gravedad de la situación con Chile? ¿Saben que se habla de una Guerra inminente?; además ¡¡¡Están los dos países en manos militares!! Tomen conciencia de que estamos a punto de una locura."; puedo no ser preciso pero recuerdo que al lado mío ese día estaba sentado Miguelito Pascual de un lado y Rubén Lo Vuolo de otro. Este último –que había sido liceísta– no tenía mejor información que nosotros y yo creo que le dije en broma “Che Rubén mirá si te llevan”. Mis apuntes manuales de ese día (en una hoja amarilla que se usaba para las copias de cartas) tenían anotado "ver Biondi" y "¿Onida?" y "costos suspendidos", pero no tenía anotada la fecha precisa; pero sé que eran de ese día pues simplificando puse: "Michelini nos invita a Misa el sábado que viene. ¿Guerra con Chile?" (Me quedaron entre unos apuntes preparados por Chianalino sobre el tema amortizaciones).
 
Mis noticias al respecto no eran tan alarmantes, seguramente mi nivel de información era pobre, abastecido por los diarios, que si bien señalaban el tema no le daban un carácter tan alarmante, aunque ya desde que el Gobierno Militar desconoció el fallo de la Reina de Inglaterra, se batía un parche antichileno –habitual en la Argentina– y posiciones antiinglesas (los autores del fallo y también habitual en la Argentina).

Me sorprendió su prédica; su genuina y severa preocupación, que nos avisaba de algo inminente y de lo que no teníamos conciencia: ¡¡la posibilidad de una guerra!!.
 
Luego de anoticiarnos debidamente de la gravedad de la situación, usted nos invitó a un acto interreligioso (¿ecuménico es el término?) que se había organizado para el sábado siguiente. Insistió en que no hacía falta ser religioso para asistir y que era como una especie de obligación moral juntarse a pedir por la Paz. Luego me enteré que Monseñor Zazpe (en ese entonces no era una calle si no un Obispo querido por su gente, incluyendo los no creyentes) había organizado tal tarea invitando a la Comunidad Judía y a Evangelistas; para rezar por la Paz; los líderes religiosos tenían información más detallada. Yo no fui pues no soy creyente, pero además quizá jugaba Colón: uno no se da cuenta lo estúpido que es; hasta pasados los años.
 
Sobre el final de diciembre de 1978 me di cuenta del peligro y de lo valioso de su comentario. Lo recuerdo permanentemente. El Cardenal Samoré se merece los homenajes que seguro le harán. Si algo hemos logrado los argentinos es que nuestra deuda con el Estado Vaticano –por lo menos para quienes estábamos en edad de ir a una Guerra– es impagable, no se si le debemos a cada santo una vela, pero al Estado Vaticano le debemos la Paz. Luego –cuatro años después– tuvimos la ansiada Guerra, ya no con Chile si no con Inglaterra, yo estaba ese año -1982- haciendo el servicio militar, pero alejado de todo peligro; no hubo Samoré que valga; me tocó ver en el segundo semestre de 1982 –por mi lugar de destino cercano a los Hospitales de Campo de Mayo y Militar Central– las consecuencias carnales de una Guerra, hoy se ven aún las psíquicas de los ex combatientes.

Pero fuera de los públicos homenajes y recordatorios, al Cardenal y al Papa; usted se merece este homenaje de un –viejo ya– alumno a su Profesor.

Tenemos –usted y yo– un trato amable, aunque no frecuente, pero permanentemente está instalada en mi recuerdo esa sensata, inesperada y valiente invitación. Fue usted en ese entonces un militante por la Paz, y un profesor que fue más allá de su materia, convocándonos a una causa noble. Ya es tarde para asistir al acto al que me invitó en 1978; como debí hacerlo en su momento; pero puedo mandarle esta carta 30 años después con todo afecto; y además hacerla pública en el ámbito de la Facultad.

Un abrazo.
 

José Luis Milessi
En 1978 alumno del Profesor Michelini.