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El próximo 4 de agosto a las 21 la sala Maggi del  Foro Cultural UNL, 9 de Julio de 2150, abre sus puertas para dar comienzo a una nueva edición del ciclo Jueves de Música. En esta ocasión, la apertura del show estará a cargo de los locales Anárquica Feliz Orquesta, que acompañaran a Bosque Elefante, una agrupación que reúne músicos de Santa Fe y Rosario y que promete una experiencia sensorial absoluta. Las entradas costarán $80 pesos y $60 para estudiantes y jubilados.

Activando los sentidos

Fernando y Diego Arenales, en guitarras y voces; Federico Pazos, en bajo; Ricardo Ramirez, en batería, y Leandro Valdez, en sintetizador, son los responsables de darle forma al proyecto musical Bosque Elefante. Sus protagonistas definan conceptualmente a la banda como “un lugar que puede imaginarse, mirarse, olerse, tocarse y finalmente escucharse”. Así, cada uno de sus miembros trabaja respetando las frecuencias individuales y el fluir de las inspiraciones hasta que cada canción toma forma.

Esa experiencia es la que plasmaron en su primer trabajo discográfico “Aurora”, una producción que empezó a gestarse en 2009 al utilizar como base compositiva improvisaciones en estudio, que luego fueron tomando forma gracias a los aportes individuales y a una búsqueda abierta que llevo casi dos años y medio de trabajo.
Este proyecto resulta ser una búsqueda con plan provisorio que parte del Bosque Elefante y llega a lugares que se le parecen, compartiendo energía, la pulsión natural y la evocación nostálgica por la hermosura que pasó y no volverá y pretende transmitir el amor y la fuerza que ponen en lo que hacen.

Concierto de rock

El proyecto joven Anárquica Feliz Orquesta se anima a experimentar con el rock sinfónico. La agrupación está compuesta por Agustín “Flaco” Ferrero, en voz; Luciano Stizzoli, en teclados; Alexander Russell-White, en bajo; Julia Avveduto, en violoncelo; Bárbara Mussin, en viola y Cosme Games, en guitarras.  La banda tiene por objetivo reversionar aquellas canciones clásicas del rock internacional, nacional y local y fijarle lo propio de la sinfonía con un formato melódico y etéreo cada composición como una suerte de encuentro bucólico e inocente entre el público y la música.