Coronavirus

Arquitectura y diseño en los espacios de atención de la salud

Lunes 30 de marzo de 2020 / Actualizado el lunes 30 de marzo de 2020

¿Es la arquitectura una aliada para pensar los edificios destinados a la prevención, tratamiento y curación de enfermedades? Bruno Reinheimer, docente investigador de FADU explica el impacto del entorno y los espacios en paciente y equipos médicos.

En tiempos de Coronavirus y mientras los gobiernos disponen espacios especiales para atender a los pacientes mientras dure la emergencia, surgen interrogantes sobre cuánto incide el diseño de los espacios en el bienestar de enfermos y equipos médicos. ¿Es la arquitectura una aliada para pensar los edificios destinados a la prevención, tratamiento y curación de enfermedades?  ¿Cuál es el impacto del hábitat sobre la salud de las personas?

Entendiendo a la salud en un sentido amplio, según la OMS se trata de “un estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo como la ausencia de enfermedad”, Bruno Reinheimer, especialista en la temática de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UNL sostiene que “los espacios asistenciales conforman el continente donde se desarrollan funciones de promoción, prevención y finalmente curación cuando ya se está ante un escenario desfavorable de pérdida de salud. La arquitectura, en su concepción, debe ser rigurosa y a la vez humana, puesto que en sus espacios el ser humano suele atravesar carencias y transitar momentos críticos de su vida”.

Y añade que la arquitectura tiene un rol central aunque no suficiente en la respuesta asistencial, “puesto que los recursos humanos y el equipamiento médico-tecnológico son componentes fundamentales que inciden en la calidad de atención sea cual sea el nivel de complejidad (baja, media, alta), la modalidad de atención (ambulatoria, con internación) o la práctica específica que se requiera: consulta médica, diagnóstico, terapias, tratamientos, intervenciones”.

 

Hábitat, entorno y salud

Sin duda el entorno impacta en el estado de salud. Carencias del hábitat como ser servicios básicos de agua potable o cloacas, que condicionan la calidad de vida, son determinantes en la salud colectiva de la población, y es donde el Estado debe poner los esfuerzos primarios.

Reinheimer asegura que “el sistema de atención de salud debe hacer su parte. Funcionar en red, como una unidad, definir niveles de atención en función de grados de complejidad, para ordenar las diferentes demandas y permitir que el sistema sea eficiente. La experiencia indica que el 80% de las consultas médicas pueden ser evacuadas en el primer nivel de atención, dedicado a los centros de atención primaria, con lo cual si ese segmento de proximidad a la población se encuentra consolidado, los hospitales y dispositivos edilicios de mediana y alta complejidad pueden dar una mejor respuesta a los casos de mayor complejidad, y sobre todo a los pacientes que requieren internaciones cortas o prolongadas”.

Los hospitales y los edificios de salud en general, por su condición material, deben dar doble respuesta: urbanística y arquitectónica, asegura el docente investigador de FADU: “En primer lugar porque son piezas fundamentales del sistema urbano, de la ciudad, del barrio donde se insertan. Son lugares de referencia para la población, deben estar muy bien conectados, ser rápidamente identificables y ampliamente accesibles considerando cualquier medio y modo de circulación, en especial el transporte público. Deben ubicarse en terrenos seguros, no vulnerables, que cuenten con toda la infraestructura de servicios necesaria para su funcionamiento, y en lo posible trasmitir a partir de su espacio público esa condición de cobijo, de protección, de cuidado de la salud que es su razón de ser. En segundo lugar, como organismos arquitectónicos de funcionamiento complejo deben garantizar la accesibilidad y seguridad del usuario en todo momento, contar con sectores asistenciales claramente distribuidos para una rápida orientación, una adecuada organización intrahospitalaria de proximidad entre sus servicios, desde aquellos que resuelven la demanda espontánea, como una guardia, hasta aquellos que son estrictamente programados, como un consultorio externo de especialidad o un quirófano”.

 

¿Los hospitales ayudan a sanar?

“Además de cumplir con las condiciones básicas de funcionamiento y a partir del diseño integral de sus espacios, la arquitectura para la salud puede significar un aporte al bienestar psíquico y emocional del paciente o exactamente lo contrario, sobre todo cuando se está hospitalizado y/o en situación de vulnerabilidad de su salud. En la medida en que se pueda contribuir a un mejor estado anímico de la persona que requiere permanencia prolongada en un hospital, las posibilidades de recuperación tienden a fortalecerse. Esto puede lograrse, por ejemplo, incorporando condiciones de habitabilidad al espacio interior que reflejen de alguna manera valores de la vida cotidiana”, sostiene el especialista.

En palabras del arquitecto argentino Mario Corea, residente en España y de gran producción hospitalaria a nivel nacional e internacional, “la arquitectura se organiza en planta, se construye en alzado y se cualifica con la luz”, explica Reinheimer.

Los espacios de salud, además de ajustarse estrictamente a las normativas y reglamentaciones que determinan las características de los locales para una óptima organización y funcionamiento, “deben poder incorporar estrategias de humanización que favorezcan la experiencia del paciente: la escala de los locales (armonía en las relaciones entre altura, ancho y profundidad), la proximidad a espacios verdes integrados al edificio, las visuales al entorno inmediato o al paisaje circundante, el diseño del mobiliario y accesorios, el uso del color y las texturas para el tratamiento de las envolventes interiores, son estrategias que estimulan la buena relación espacio-paciente. Y por supuesto la ventilación y la iluminación natural, para bañar de luz solar controlada aquellos interiores que lo admitan”.

 

Luz natural y espacios verdes

Aporta que “la incidencia de la luz natural en el interior de los locales es vital como condición irrenunciable del diseño arquitectónico, para el paciente y quizás más para el personal de salud que transita largos periodos de tiempo, muchas veces bajo situaciones críticas de máxima exigencia. La luz natural no sólo es el recurso fundamental para cualificar los espacios interiores, sino que también es necesaria para no perder el pulso del día, para mantener una conexión psicológica estrecha con el ritmo natural del tiempo que trascurre”.

Los espacios verdes también se consideran terapéuticos. En ocasiones, en condición pasiva asociados a áreas de espera previas al ingreso a servicios hospitalarios especializados. En otras, suelen cumplir un rol más activo, protagónico, al estar incluidos en trayectos terapéuticos orientados a la recuperación del paciente. “Es el caso de la Red SARAH de hospitales de rehabilitación en Brasil, obra del notable arquitecto recientemente desaparecido João Filgueiras Lima, “Lelé”, en cuyos hospitales la vegetación irriga la experiencia terapéutica del usuario”, finaliza.

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