Un espectáculo diferente
Un grupo de garzas vino a comer a la Setúbal
Jueves 9 de agosto de 2007
Descansan en los árboles de la Reserva de la UNL y vuelan en bandada para alimentarse en la laguna. Llegaron cerca de 400 aves, y se quedarán unos días más.
Los mates en la Costanera tuvieron un “ingrediente” extra estos últimos días: al paisaje al que nos tiene acostumbrados la Setúbal y el Puente Colgante se sumó una bandada de garzas blancas, que todos los días se acercan en grandes grupos a comer a la laguna, en un vuelo de cuentos. Una postal diferente en la ciudad. Y encima gratis.
“Llegaron a principios de julio”, comenzó a relatar Clara Berrón, Lic. en Biodiversidad y guía en la Reserva Ecológica que la Universidad Nacional del Litoral (UNL) tiene en la Costanera Este junto con la Fundación Hábitat. A mediados de ese mes “hubo un pico de 400 garzas; ahora están menguando pero igual se las puede ver”, dijo la guía.
Las garzas duermen y descansan en los árboles que se encuentran alrededor de la laguna de la Reserva, y se alimentan en la Setúbal o en los riachos que se conectan con el Río Paraná, lo que genera una postal pocas veces vista en este rincón del mundo.
“Es un espectáculo doble: se las puede ver descansando y acicalándose las plumas en los árboles que rodean a la laguna de la Reserva y también comiendo en la Setúbal. Es muy lindo verlas... Si en el sur están las ballenas, nosotros tenemos las garzas”, bromeó Berrón.
Las garzas blancas (se identificaron algunas del género Ardea alba y otras de Egretta thula) se caracterizan por un espeso plumaje blanco, el pico amarillo y las patas negras. “Además tienen un elemento que las identifica, y es que encojen el cuello en forma de S cuando vuelan”, contó Berrón.
Si a esa “gracia” se le suma su instinto claramente gregario (vuelan en grupos), el espectáculo es inigualable. “Lo maravilloso es verlas pescar en la laguna, es algo sin igual”, dijo Berrón.
Sobre las garzas
La distribución de la garza blanca es extremadamente amplia y, aunque su concentración mayor se da en el Litoral, también se pueden encontrar en el resto del país, salvo las zonas cordilleranas de altura. Su área de distribución abarca los cinco continentes; en América se la encuentra desde el sur de los Estados Unidos y México, pasando por Colombia y Venezuela, hasta Argentina y Chile.
Pero pese a que son comunes en esta región, no se sabe demasiado sobre su comportamiento. Sí se conoce que comen de día (peces, anfibios y reptiles, además de pequeños mamíferos y aves, crustáceos, moluscos, insectos y lombrices), que descansan de noche, que son gregarias y “muy sensibles a la presencia de gente: apenas ven un movimiento a su alrededor, huyen”, agregó Alba Imhof, directora de la Licenciatura en Biodiversidad que se dicta en la Facultad de Humanidades y Ciencias (FHUC) de la UNL e integrante del comité para el Manejo de la Reserva.
También se sabe que no se trata de aves de características migratorias (sí lo son otras que se desplazan largos trechos, como las golondrinas) sino que se trasladan en busca de alimento. Y aunque es habitual la “visita” de estas aves en esta región y en esta época del año, no es común ver tantas como en esta temporada, algo que algunos relacionan con una disponibilidad de comida mayor en las costas de la Setúbal y en el Paraná.
“La presencia de las garzas puede responder a la gran disponibilidad de peces, muchos moribundos, que aparecieron en los márgenes de la Setúbal debido a la combinación entre el crudo invierno y microorganismos que los afectan”, agregó Imhof.
“El garzal se desplaza a esos lugares donde hay comida; por eso llegaron hasta aquí y van a comer a la laguna –agregó-. Allí se las puede ver alimentándose solitarias o en grupos, y luego volar hacia la Reserva, donde descansan en los árboles de los bordes de las lagunas internas. Probablemente, cuando el fenómeno pase y la disponibilidad de alimento no sea tan abundante, se muevan hacia la zona de islas”, agregó la especialista.
No son las únicas
Además de las garzas blancas, son muchas las aves que eligen el paraíso verde de la Reserva para sus “visitas” periódicas.
“Ya comenzaron a llegar algunas golondrinas de ceja blanca; esperamos que lleguen otras en los próximos días, aunque este frío inusual en agosto las tiene un poco desorientadas”, explicó Imhoff. En realidad, “todas las especies están confundidas con el tiempo... estos largos fríos afectan mucho el sistema, incluso a la flora”.
Para los próximos meses se espera también la visita de las tijeretas, aves claramente migratorias, que vienen a esta región desde Paraguay y Brasil.
Sobre la Reserva
Las garzas blancas (y otras especies de aves y animales) pueden verse con comodidad en la Reserva Ecológica de la UNL y la Fundación Hábitat. La entrada es libre y gratuita, y se puede contar con la explicación de guías especialmente preparados para dar información a los visitantes. Se puede consultar por visitas a grupos especiales.
Hasta que llegue la primavera, el horario de atención es de 10 a 18 horas. Pedir turnos al 4971721.