Gracias al voluntariado

Padre, madre e hija estudian juntos en la UNL

Martes 9 de diciembre de 2008

Emilce Beron está cursando las primeras materias de Derecho. Se decidió a estudiar en la UNL gracias a un proyecto que busca acercar a chicos de escuelas periféricas a la educación universitaria. Sus padres le siguieron los pasos y ya aprobaron los cursos de i

Emilce Beron desborda alegría. Tiene 19 años y está llena de sueños. Uno de ellos era estudiar Abogacía y se decidió gracias a la ayuda de un voluntario de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que la orientó y acompañó durante el paso de la secundaria a la universidad.
Sus padres se contagiaron del entusiasmo de la joven y, después de 21 años de haber terminado el secundario, se animaron a empezar una carrera universitaria.
Se nota que es una familia muy unida. Los tres cuentan al unísono su historia. Emilce recordó: “Durante el transcurso de todo quinto año, con mis compañeros de la Escuela Nº 633 Centenario de Bolivia, hablábamos sobre qué nos gustaría estudiar y dónde averiguar. No teníamos más información que la que nos daba una profesora. La que nos daba marco jurídico es abogada y me pudo orientar, pero no llegaba a sacarnos todas las dudas”.

Los voluntarios
Un día un grupo de estudiantes de la UNL llegó a la escuela. Formaba parte del proyecto "Solidaridad entre jóvenes para el acceso a la educación superior" que pretende acercar a estudiantes secundarios a la Universidad. “Dieron una charla general para todos los chicos de la escuela y a Marcelo Mendoza le tocó acompañar mi curso”, recordó Beron.
Gracias a Marcelo los chicos de quinto año fueron a la Expo-carreras, que organiza la UNL, donde pudieron conocer la oferta académica de varias universidades nacionales, privadas y estatales. También los llevó a conocer las instalaciones de la casa de altos estudios y contactó a los chicos con estudiantes de diferentes carreras para que pudieran conocer mejor cómo era la experiencia de cursar en la UNL.
“Como Marcelo estudia Abogacía, yo le hacía muchas preguntas. En octubre algunos hicimos los cursos de ingreso. Él nos consiguió el material de estudio y nos ayudó en todo lo que pudo: nos decía cómo prepararnos y rendir, cómo inscribirnos”, relató Emilce.

Dar el ejemplo
La joven aprobó los cursos de ingreso y empezó a cursar y rendir las materias de Derecho. Sus padres se entusiasmaron al ver a su hija estudiar y, con 39 y 40 años, Eduardo y María Guadalupe decidieron empezar la misma carrera.
Emilce contó que su mamá es ama de casa y su hermano de cinco años le da “un trabajo bárbaro”. Su papá está desocupado y hace algunos trabajos temporales. “Terminaron quinto año y nunca más estudiaron. Aunque en mi casa siempre se leyó mucho, no es lo mismo sentarse a estudiar y preparar un examen. Marcelo también los ayudó. Por primera vez entraron a la facultad. Me tienen a mí, que me consultan todo el tiempo. Están muy entusiasmados y ahora ya estamos los tres en la carrera”, relató con alegría y orgullo.
Su papá dijo: “Siempre tuve la ilusión de estudiar, para mí era un sueño. Pero cuando terminé la secundaria, era otra época, no te incentivaban a seguir la facultad, menos en el caso mío, en el que no teníamos recursos. Mis viejos no terminaron la escuela, así que para mí haber subido la escalera de la facultad fue un sueño, algo que nunca imaginé. Todo gracias a ‘Chocalito’ (así le dicen a Marcelo) y a mi hija que nos ayudan. Me di cuenta de que no era imposible, de que la facultad te da muchas facilidades”.
En tanto, su esposa confiesa que le gustan más las matemáticas, pero que Eduardo le insistió para que lo acompañara. “Primero pensé en ir como oyente, pero después me terminé anotando. Rendimos bien los cursos de ingreso y el año que viene empezamos la carrera”.

Vencer miedos
Para Marcelo Mendoza no tienen más que palabras de agradecimiento: “Me ayudó en el cursado, y con el tema de rendir libre. Era todo muy nuevo. Si no hubiese sido por él, quizás no me hubiese acercado a la universidad yo sola porque siempre está ese miedo y esa pared que tenés que cruzar. Es vergüenza porque uno no sabe nada, ni con quién tiene que hablar o a dónde tiene que ir. Él fue un punto clave porque me facilitó todo, me sacó todas las dudas y los miedos. No sólo a mí, sino también al resto de mis compañeros nos hizo agarrar una confianza y una personalidad, que no hubiésemos tenido si no lo hubiésemos conocido. Ahora en la facultad enfrento todo con mucha facilidad”, concluyó Emilce.

Agenda