Ciencia

La poesía, un remedio para el alma y el cuerpo

Viernes 21 de marzo de 2014 / Actualizado el martes 25 de marzo de 2014

En el día Internacional de la poesía, un docente de la UNL explica los efectos que tiene la literatura sobre la mente humana. ¿Es posible curar patologías leyendo poesía?

La relación entre poesía y ciencia es tan antigua, que por mucho tiempo el lenguaje versificado fue el único medio que usaron los antiguos filósofos para poner en palabras las observaciones que no conseguían explicar racionalmente.
Tito Lucrecio, por ejemplo, escribió un siglo antes de Cristo, la impactante “De rerum natura”, una obra didáctica compuesta por 7.400 hexámetros (un tipo de verso griego), que contenía los principios de la física epicúrea.
“Si reparas, verás como se agitan/átomos infinitos de mil modos/por el vacío en el luciente rayo:/ Y en escuadrones, en combate eterno/Se dan crudas batallas y peleas, / Y no paran jamás: ya se dividen,/ Y ya continuamente se repliegan./ De aquí puedes sacar que en el vacío/eternamente los principios giran.”
Este pasaje de gran lirismo, contiene no solamente una explicación del atomismo según el pensamiento de la época, sino lo que en el siglo XIX se conoció como movimiento browneano, un fenómeno complejo que describe el movimiento aleatorio de partículas microscópicas en un medio fluido.
A la inversa, fueron muchos los poetas que escribieron versos para destacar la belleza de la ciencia. Entre los más famosos se destaca el poema “Oda a los números”, de Pablo Neruda, una exaltación a las matemáticas y a la sed de conocimiento, o el soneto “La divina proporción”, un divertido juego de figuras retóricas que hablan sobre la construcción geométrica que fijó los cánones de belleza en el Renacimiento.
En los últimos años la relación entre ciencia y poesía avanzó hacia territorios inexplorados. Hace pocos meses, científicos de la Universidad de Liverpool y de la Universidad de Exeter pudieron detectar las zonas del cerebro que se activan con la lectura de poesía o de textos literarios complejos. Usando escáneres, los investigadores descubrieron que al leer poesía, además de activarse las zonas del cerebro vinculadas a la lectura, se producía un aumento de la actividad en el hemisferio derecho, en la corteza cingulada posterior y el lóbulo temporal, un área relacionada con las emociones y la introspección.
Comparando la actividad cerebral que se producía al leer pasajes simples, como un manual de instalación de un calefactor, y poesías complejas como sonetos, los científicos lograron identificar que las reacciones en el cerebro eran similares a las que producía la música, es decir, de bienestar y de emoción.
Estos estudios no sólo indican que el cerebro reacciona frente a una experiencia artística sino que lo hace de manera placentera. La conclusión es muy interesante porque abre la puerta a futuras terapias neurológicas o psiquiátricas.

La pluma y la psicosis
El psiquiatra Mariano Pauloni, docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional del Litoral, destaca que estos descubrimientos en el área de la neurología confirman lo que siempre se observó empíricamente a nivel clínico.
En el campo de la psiquiatría Pauloni indica que la relación entre literatura y psicosis ha sido muy estudiada y que está comprobado que la escritura ayuda a aliviar a los pacientes psicóticos.
“La escritura lograría reconstruir el lazo social que se encuentra fragmentado en el psicótico, tratando de poder arribar a una estabilidad sintomática en el cuadro clínico”.
Como ejemplo cita el caso de James Joyce analizado por Jacques Lacan. En 1975, el famoso psicoanalista fue invitado a dar diez seminarios sobre el escritor irlandés. Aunque Lacan nunca lo catalogó de psicótico, sostuvo que Joyce al escribir pudo encontrar una solución a su cuadro psíquico, y que a través de su arte se adelantó al trabajo que debía realizar la el psicoanálisis.
A partir de este “solución joyceana” como la llama Lacan, la relación del psicótico con la escritura y con otras artes fue estimulada. “Como está comprobado que el lápiz alivia al psicótico, muchas veces la terapia comienza proponiéndole al paciente psicótico que escriba”, destaca el psiquiatra.
Pauloni ironiza sobre qué significa estar loco y si eso tiene que ver con la psicosis o no. En función de eso, menciona el caso de Yayoi Kusama, una artista japonesa que vive internada en un neuropsiquiátrico por propia voluntad y que el año pasado vino a la Argentina a presentar sus obras en el Malba. Otro caso interesante es el del poeta Jacobo Frijman, que pasó largas temporadas en el Borda. En una entrevista publicada en 1974 mientras estaba internado, a Frijman le preguntaron si le parecía bien que lo tilden de loco cuando era capaz de escribir poesías tan bellas. La respuesta que dio reaviva el debate sobre el efecto de la poesía en el cerebro y de su efecto curativo en pacientes psiquiátricos.
“Usted cree demasiado en la poesía, le espera una vida difícil”, dijo Frijman. “Yo también creo, pero desde la resignación. El misterio de la poesía nos saca de la influencia de la carne y nos permite esperar la noche divina. Soy un poeta que ya no busca las palabras, sino el verbo; pero para los médicos y los jueces, para su cruel simpleza, sigo siendo un enfermo mental. Sin embargo, para mí, la sociedad en su conjunto está trastornada. Gran parte de la gente padece de problemas mentales, en especial los psiquiatras, los gobernantes, los hombres del poder. ¿Es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto? ¿Es que alguien ama a su prójimo como a sí mismo? Los que ven a un preso, ¿miran al preso? Los que vienen al hospicio, ¿miran al loco?”.

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