Primera persona
La arquitectura moderna en la obra pública
Viernes 6 de noviembre de 2015 / Actualizado el lunes 9 de noviembre de 2015
El arquitecto e historiador Ramón Gutiérrez participó de la apertura de la exposición “Arquitectura moderna y Estado en la Argentina. Edificios para Correos y Telecomunicaciones (1947-1955)”, organizada conjuntamente por la FADU y el CAPSF-D1.
En los años que van de 1947 a 1955 existió en el país una repartición nacional que tuvo a su cargo la proyección y ejecución de más de un centenar de sedes de correos en ciudades y pueblos del interior, así como de importantes edificios especiales en Capital y Gran Buenos Aires, dando lugar a uno de los períodos más notables en la historia de la arquitectura argentina. La Dirección de Arquitectura del Ministerio de Comunicaciones contó con la labor de un grupo de profesionales que, trabajando para el Estado, lograron imprimir a la obra pública de esa etapa la impronta de la arquitectura moderna. Este período es el tema de la exposición “Arquitectura moderna y Estado en la Argentina. Edificios para Correos y Telecomunicaciones (1947-1955)” que se acompaña del libro homónimo, cuya autora es la Dra. Arq. Adriana Collado, docente-investigadora de la FADU-UNL.
La exposición, que estará abierta hasta el 6 de noviembre en la sede del Colegio de Arquitectura de la Provincia de Santa Fe – Distrito 1 (San Martín 1754), fue inaugurada con la presencia del arquitecto e historiador Ramón Gutiérrez, referente ineludible del conocimiento sobre la historia de la arquitectura y el urbanismo latinoamericano.
Ramón Gutiérrez se graduó de arquitecto en 1963 en la Universidad de Buenos Aires y es docente e investigador especializado en historia de la arquitectura y conservación del patrimonio. Miembro de las Academias de la Historia y de Bellas Artes de Argentina, España y América, en 1995 creó el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (CEDODAL), sobre la base de fondos bibliográficos, hemerográficos y documentales de su propiedad, reunidos a lo largo de más de treinta años de trabajo en América y España. El CEDODAL es hoy un centro imprescindible de referencia para el estudio de la arquitectura y el urbanismo en América, y realiza una importante labor de difusión del patrimonio histórico de América, a través de la creación, compilación, y edición de publicaciones, junto con la organización y comisariado de exposiciones.
El impulso del Estado
Analizando ese período que media entre las décadas de 1940 y 1950, donde coincidieron un Estado fortalecido que impulsó activamente la obra pública y un grupo de profesionales que dieron a esas construcciones la impronta de la arquitectura moderna, Gutiérrez destacó el contexto socioeconómico - tanto nacional como internacional – que posibilitó “cierto tipo de transformaciones importantes, que en realidad vienen de la década anterior al gobierno de Perón. El presidente Agustín Justo, que era ingeniero militar, realiza un cambio sustancial en las vías de comunicación. Cuando se crea la Dirección Nacional de Vialidad en 1937 el país tenía nada más que 100 kilómetros pavimentados, todo el sistema de comunicación era ferroviario”.
En una situación que se vio agravada por las consecuencias de la crisis económica de 1930, el arquitecto destacó la insuficiencia que presentaba el Estado para poder resolver problemas cruciales para el país, como el del acceso a la vivienda. “La Comisión Nacional de Casas Baratas, conformada en 1914, al año 1944 había podido construir nada más que 1900 casas en todo el país, y había problemas estructurales para esto, entre ellos la falta de disponibilidad de tierra pública y de una línea de crédito de financiamiento específico. Y estos son todos problemas que hacen a la transformación que el Estado va a tener para poder prestar los servicios”.
En el caso específico de los correos, “se crea la Secretaría de Comunicación - luego Ministerio - y entonces es necesario proveer de edificios, dentro de una organización sistemática en todo el país. Antes se utilizaban habitualmente casas alquiladas y edificios de oficinas, pero no había una política desde el Estado a nivel general”.
Esta nueva política se implementó concretamente en dos casos, el de los correos y el de la aeronáutica, con la construcción de los primeros aeropuertos. “Entonces el Estado comienza a reorganizar sus estructuras, sus oficinas ejecutivas, técnicas, profesionales, los sistemas administrativos que posibilitarán este tipo de equipamiento, y además hay una mirada federal, que fue un hecho absolutamente singular, y que se expresa no solo con los correos, sino con la arquitectura escolar y con la arquitectura sanitaria, haciendo posible unas estructuras de respuestas mucho más avanzadas”.
Estas circunstancias, explicó el arquitecto, tienen el trasfondo de una posguerra que encontró a la Argentina “con un capital económico de alguna manera concentrado y el endeudamiento de países que habían sido abastecidos durante el proceso de la guerra, lo que, junto a un proceso de industrialización y de migraciones internas, posibilitó que el Estado tuviera que encarar políticas de radicación y de equipamiento muy grandes”.
La arquitectura moderna
Según definió Gutiérrez, este peronismo de la primera década fue un peronismo que, en el plano arquitectónico, tentó con distintas variables: “Va a discutir si la casa debe ser individual o colectiva, va a discutir si la arquitectura debe ser neocolonial californiana, majestuosa clásicamente o moderna; todas estas variables se van a encontrar para distintos tipos de edificio. En el caso concreto de la arquitectura de los correos, evidentemente predominó la realidad de una circunstancia por la cual se quiso crear un sistema identificativo de los edificios, y se vinculó ese tema identificativo a la arquitectura moderna. Y una camada de arquitectos recién egresados en el año 1948 - que corresponde a la camada de Clorindo Testa -, fue contratado para realizar este conjunto de edificios que se distribuyeron por todo el país”.
Estos edificios presentaron “ciertas respuestas tipológicas comunes y una adscripción bastante generalizada a las premisas que venía dando Le Corbusier en sus conferencias, curiosamente, porque de la visita de Le Corbusier en 1929 nadie se acordaba. El mismo Clorindo Testa nos decía que recién cuando estaba en cuarto año – en 1943 o 1944 – volvió a encontrar a Le Corbusier en la enseñanza, cuando Eduardo Sacriste publica en castellano dos de las conferencias que aquel había dado en 1929”.
“Es decir que todo esto fue como un renacer del tema y una necesidad de crear un cambio que estaba implícito. Además, en ese momento el peronismo les posibilita a los arquitectos entrar en la Facultad de Arquitectura, que se crea en el año 1947. Esto da motivo a un cambio de plan de estudios y, de alguna manera, a una actualización y una mirada distinta a la mirada academicista tradicional que la carrera había tenido. Son también momentos en los cuales van a venir distintos conferencistas como Bruno Zevi y Pier Luigi Nervi, entre otros personajes europeos, que van marcando justamente las nuevas líneas de pensamiento. Entonces creo que hay un motivo de cambio en la universidad, en el pensamiento arquitectónico y, al mismo tiempo, en la actitud del Estado frente a los problemas que tenía que abarcar”, subrayó el historiador de la arquitectura.
Recuperar el patrimonio
Actualmente, muchos de estos edificios de correos – como es el caso del que fue construido en la ciudad de Santa Fe - se encuentran con un importante deterioro. Para Gutiérrez, esto “es grave, porque lo fundamental aquí es pensar que es el patrimonio del movimiento moderno. Y nos corresponde a nosotros cuidar de que todas las épocas y todas las generaciones estén expresadas en el patrimonio”.
“El patrimonio es un proceso en la identidad, un proceso de construcción donde el perder determinados rasgos o determinados momentos del pensamiento o de la forma de producción, de la tecnología, de las propuestas funcionales, es perder las evidencias de aquello. Es lo que nos sucede en algunos casos, con cierta tipología de vivienda que hemos perdido totalmente. Cada ciudad debería tener conservada por lo menos una tipología, aunque fuese de un conventillo, para saber cómo era un conventillo y como la gente vivía en allí. Esta sería una manera de reflejar el patrimonio como expresión de aquellas cosas que debieron cambiarse y se cambiaron. Entonces perdemos hoy, cuando muchos de estos edificios se abandonan o, inclusive, se demuelen”, concluyó.