Señales

Del discurso a los hechos

Miércoles 2 de septiembre de 2015 / Actualizado el jueves 3 de septiembre de 2015

¿Existen limitaciones en el sistema académico-científico para realizar transferencia tecnológica en esta disciplina? Diego Milone, docente e investigador de la FICH y del Conicet, reflexiona sobre este tema.

Lograr que las máquinas hagan aquello que en principio parece estar sólo reservado al ingenio humano es el desafío de la inteligencia artificial. “Es un reto donde la meta se va corriendo toda vez que la tecnología logra alcanzar el objetivo, reemplazando cada vez más al ser humano en capacidades que le son propias. Hace 100 años se pensaba que una máquina iba a ser inteligente si lograba realizar rápidamente cálculos matemáticos. Apareció la calculadora y su función no quedó asociada a la inteligencia natural; simplemente es una máquina que hace bien los cálculos”, explicó Diego Milone, docente de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la UNL e Investigador Independiente del Conicet.

Milone, ganador de los premios Houssay 2013 y Sadosky de Oro 2012, dirige el Instituto de Investigación en Señales, Sistemas e Inteligencia Computacional  (sinc(i)) de UNL-Conicet, con sede en la FICH, en el cual se investigan algunos de los temas que abarca la inteligencia artificial, tales como la capacidad de las máquinas para resolver casos diferentes a los utilizados cuando fueron entrenadas, aprender, razonar, ser creativas y reconocer voces y emociones. Asimismo, algunos resultados de estas investigaciones son transferidos al sector socio-productivo a través de aplicaciones que ayudan a resolver problemas.

Según Milone, el sistema académico-científico posee algunas limitaciones que impiden el óptimo funcionamiento de este círculo virtuoso entre las universidades y las empresas. Entre otras, el investigador señaló la aplicación de un modelo de transferencia inadecuado para los intereses de las empresas que trabajan en este campo disciplinar, así como la falta de un reconocimiento genuino de la transferencia entre las funciones esenciales del profesor universitario.

Modelos de transferencia

En el sinc(i) se trabajó con tres tipos de proyectos de transferencia, los cuales se diferencian según el momento en el que interviene la empresa. En algunos casos, la empresa tiene muy clara la idea del producto que desea y recurre a la Universidad con un proyecto muy definido. Los riesgos comerciales y financieros son menores, la originalidad es acotada y los derechos de explotación comercial de los resultados son exclusivos para la empresa durante un tiempo acordado. En las antípodas está el caso de la firma que se interesa por el proyecto desarrollado y patentado por la Universidad. La relación técnica con la empresa es mínima; licencia la patente y desarrolla un producto con base en ese conocimiento científico.       

“El modelo que más nos gustó es el de la empresa que se involucra en la investigación desde el inicio del proyecto, el cual generalmente lleva más tiempo de desarrollo y trabaja en una idea original. El financiamiento y la propiedad intelectual son compartidos”, comentó Milone, tras aclarar que este modelo no es frecuente, principalmente porque son pocas las empresas dispuestas a asumir los riesgos. “La mayoría de las empresas locales quieren un producto que salga a la venta rápidamente. No se interesan por las patentes o proyectos innovadores que insuman años de investigación. Son empresas pequeñas que tratan de liderar el mercado local con productos exitosos, aunque relativamente sencillos. El sistema científico-tecnológico no interpreta de este modo la realidad y muchas veces insiste con trasplantar modelos de transferencia aplicados en otras disciplinas o en empresas multinacionales de gran escala”, opinó el investigador.

Limitaciones

Para Milone, las limitaciones para una adecuada transferencia tienen que ver con las características del sistema académico-científico, que son muy difíciles de cambiar.

“El sistema académico-científico posee mecanismos de evaluación muy consolidados y las pautas de la carrera de investigador son muy exigentes y claras. Esto atenta contra la transferencia, en la medida que no existe un sistema sólido similar que certifique y garantice la calidad de esta actividad en el ámbito universitario”, argumentó el investigador tras preguntarse: ¿lo que se transfiere es un aporte original que surge de la investigación o simplemente un servicio que podría prestar una empresa formada por los mismos ingenieros que egresan de nuestras carreras?

“Muchos factores contribuyen a que la transferencia no sea debidamente valorada y consolidada como una función más del profesor universitario. En el sistema académico hay un discurso con muy buenas intenciones y una realidad que lo contradice”, insistió Milone, remarcando que un modo de lograr este reconocimiento es incorporando la transferencia como una función más de las que realiza el profesor por el salario que recibe normalmente. “En mi opinión, pagar este servicio por fuera del salario regular es una de las principales razones por las que la transferencia no logra ser vista como una de las funciones que genuinamente debe cumplir la Universidad”. 

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