Estudio
Buscan determinar la prevalencia de autismo en Santa Fe
Martes 26 de agosto de 2014 / Actualizado el viernes 29 de agosto de 2014
Investigadores de la UNL tratan de averiguar los números de los llamados Trastornos del Espectro Autista (TEA) de niños en la capital provincial. Con esos datos podrán luego diseñar acciones.
La respuesta sobre cuántos casos de autismo en niños hay en la ciudad de Santa Fe es incierta, ya que ni siquiera existen datos a nivel nacional. Es por eso que investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) se proponen averiguarlo mediante la determinación de la prevalencia de estos trastornos.
“Los números que existen en este momento son del extranjero, pero no tenemos datos propios. Son informes generados en encuestas y relevamientos que se han hecho en otros países, pero no hay estudios de prevalencia de autismo en Argentina, al menos que hayamos encontrado”, indicó el médico Pediatra-Neurólogo Infantil Francisco Astorino, investigador de la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la UNL y codirector del proyecto que trabaja en el tema.
Prevalencia
Según definió, la prevalencia es una proporción y para estimarla se toman en cuenta variables como la frecuencia esperada de la enfermedad; el nivel de confianza que se asignará al estudio; la precisión, es decir, la probabilidad que el investigador asigna a la posibilidad de equivocarse; y el tamaño de la población, lo cual implica que si la población es “finita” o “no demasiado numerosa”, como en el caso de la ciudad de Santa Fe, debe aplicarse un factor de corrección.
“Estos y otros recursos matemáticos y estadísticos fueron utilizados en el diseño del cálculo de la muestra de nuestra población, siendo necesaria la participación de expertos en el tema, la lectura de trabajos previamente publicados y revisión de datos poblacionales oficiales. En el caso de los Trastornos del Espectro Autista (TEA) en la última década, estas estimaciones se han incrementado de manera muy significativa. Los últimos datos de prevalencia procedentes del Centro de Control de Enfermedades (CDC), de Estados Unidos, estudiada en menores, muestran un incremento en los últimos años: de cuatro de cada mil en 2002 a 6,7 de cada mil en 2007. Otro ejemplo es el de España, donde en 2011 había 11 de cada mil”, detalló Astorino.
TEA
Astorino manifestó que lo que comúnmente conocemos como Autismo en realidad se trata de un conjunto de compromisos del neurodesarrollo conocido como Trastornos del Espectro Autista (TEA). “Se manifiesta como una afectación de la comunicación verbal y no verbal, alteración de la interacción social, actividades estereotipadas e intereses restringidos. El diagnóstico de autismo en un niño impacta en la familia y en la sociedad. Los padres de niños autistas sufren mayor stress, depresión, ansiedad y otros compromisos en su salud mental respecto a padres de niños con otras discapacidades”, aseveró.
De acuerdo con el médico, los síntomas de TEA suelen ser motivo de atención en el entorno familiar y profesional alrededor de los 2 o 3 años de edad, pero la mayoría de los diagnósticos suelen confirmarse alrededor de los 5 o 6, una demora que actúa negativamente en la evolución en los niños, ya que pierden oportunidades de intervenciones tempranas.
Espectro autista y el desafío del diagnóstico
El médico afirmó también que la variabilidad en el compromiso clínico de los niños con autismo es muy amplia, lo que complejiza el trabajo. “La estabilidad del diagnóstico no siempre es tan exacta cuando se hace a edad muy temprana y muchas veces hay que volver a revisarlo, porque el 50 por ciento de los casos permanece estable, pero en otros casos no”.
Fue por ello que eligieron trabajar con dos franjas de edades: “Un primer grupo será de niños de entre 18 y 36 meses de edad y, el segundo, de 5 años a 10. Como punto de partida de las evaluaciones se tendrán en cuenta fallos en el desarrollo. A partir de allí, aquellos que presenten dichos fallos serán quienes seguirán con evaluaciones específicas para TEA y evaluaciones clínicas”, anotó.
Astorino destacó que en breve comenzarán con los trabajos en territorio, reconociendo como indispensable la participación de todas las entidades donde niños de entre 18 y 36 meses reciben atención: jardines maternales, centros de atención familiar, centros de atención primaria de la salud, entre otros.
“Además consideraremos el desarrollo y los posibles desvíos del estudio en sí mismo, para finalmente considerar la evaluación específica de TEA. Estas evaluaciones son sólo test que consisten básicamente en actividades estandarizadas lúdicas y que no requieren ningún procedimiento invasivo hacia los niños. También evaluaremos los beneficios de la actividad física en esta patología y los costos del tratamiento de un niño con autismo”, finalizó.