María Luz Seghezzo
Bailarinas, mimos, maniquíes y marionetas aparecen en las imágenes de María Luz Seghezzo, una pintora porteña que hace de su obra una directa experiencia con el mundo de la representación, y de ella una inmediata relación con lo figurativo como objeto peculiar en su repertorio.
Hay en María Luz una actitud de naturaleza íntima en lo pictórico, una particular entrega que hace a la experiencia de lo profundo, de lo intenso como recurso creador.
La artista no puede prescindir de la línea argumentativa al suspender sus imágenes sobre las telas, siempre hay un relato visual que acompaña, sus obras.
Podría decirse que la personalidad de la artista no aparece solo como sujeto que realiza, sino como objeto mismo de lo que genera, en términos de experiencia estética.
Sus figuraciones son puramente imaginativas con ribetes fantásticos; percepción y conciencia creativa van de la mano, dando fuerza y vivacidad a sus imágenes.
La simple visualización de cada una de ellas implica una inmediata sensación de entendimiento, hasta que uno trata de acapararlo todo y allí se presenta la barrera de lo inmanente subjetivo de su autora. Creadora de atmósferas por excelencia, el aura metafísica de cada imagen, con personajes rígidamente plantados en escenografías imposibles en la realidad, figuras humanas devenidas en marionetas cumpliendo la rigurosa función asignada, permiten a nuestros sentidos actuar con energías apropiándose de cada escena, y como en un reflejo correctivo, el ojo se adecua, asocia, percibe y ve, seguramente alcanza lo que subyace en la obra, aunque sea parcialmente. Así el juego propuesto de los muñecos humanizados, produce la conexión posible desde lo simbólico, ahí se aclara todo, se proyecta y se descubren los códigos comunes.
Aparecen regiones múltiples y hasta ideas que lindan con lo filosófico, y se ponen en evidencia datos que poseemos y que descubrimos al mirar las obras.
Las caracterizaciones de los personajes son impecables, María Luz Seghezzo pinta con todas las tradiciones pictóricas sobre su espalda, no ahorra horas de trabajo sobre cada obra, se ocupa de que materiales, modelos, temas y procesos se sostengan en igual medida. Avanza descubriendo el carácter distintivo de cada imagen, dando cuenta de lo pictórico formal a la vez que determina el lenguaje de última generación en su estrategia estética. Estamos en presencia de una pintora, de una artista que asume la pintura como su herramienta de anclaje, no solo a las artes visuales, sino como un lugar desde donde asirse a una persistente y continua determinación por el goce de lo clásico incluido siempre en sus obras y lanzado desde ese respaldo conciente, al universo actual del arte.
La artista se establece en un nicho visual, fuera de modas y tendencias, que se puede pensar como un desafío personal y una interna razón de peso para su trabajo pictórico, haciendo de este, una verdadera manifestación de su pensamiento fundido con su hacer, logrando de este modo un fundamento de apropiación que le es singular y exclusivo.
Lic. Stella Arber
Directora MAC UNL