Fernanda Aquere - Fabiana Barreda - José Luis Roces
Desde que fueron legitimados como obras de arte, aquellos objetos que Marcel Duchamp seleccionó de su entorno y los postuló en esa categoría, los objetos han tenido un papel preponderante en el arte contemporáneo y han sido motivo de debate desde entonces.
Pasadas unas cuantas décadas y avanzados los interrogantes sobre que condiciones tienen que ofrecer para ser considerados dentro del mundo del arte, los objetos se han abierto camino de mano de artistas que se desprenden de significantes y connotaciones, se divorcian de representaciones, de mímesis y de semejanzas, para solo tratar con la ambigüedad clasificatoria, sostener el desdibujamiento de los límites, valorar otros dominios perceptivos y entronizar su expansión desde prácticas excluidas de las experiencias tradicionales.
Así es como el objeto, ese novedoso relato visual que se construye a si mismo, desde nuevos enunciados sin declaraciones previas, se propone desde una nueva relación interpretativa y por consiguiente aporta una múltiple acción discursiva sobre sí mismo.
Al estar en un delicado paréntesis de transición, nos ubica en esa privación de ser, en ese ser en trámite que lo tiene como tema y motivo, ya que toca los bordes de la omisión, de la no referencia identitaria y se crea alrededor de él un nuevo orden que busca su sustancia y su dominio. Dicho de otro modo la caída de los metarrelatos que codificaban y clasificaban todo lo que el mundo del arte abarcaba, mas la crisis que se produce con ellos respecto de la significación, los pone en un lugar de singularidad absoluta con códigos nuevos, manifestaciones propias y hasta por descubrir.
Por otro lado hacer obra con lo irrepresentable, con lo que linda con las afueras del registro identitario conocido, hace del objeto del arte contemporáneo un artefacto con presencia simbólica propia, como ente que arrasa con los soportes de filiación sostenidos desde siempre. Así entramos en algo que caracteriza a este tipo de obras, lo inasible con identidad primaria por conocer, que pivotea entre ser depositario de nuevos sentidos y responde con valencias de la pura invención.
Debemos crear un relato de esta nueva trayectoria que anima y sitúa a los objetos, desgarrados de la imaginería en la que reposó durante años el mundo del arte y a la vez legitimados desde lo indesignable, como clasificación, esta incertidumbre identitaria probablemente es su mayor valor, y es lo que lo sostiene, así como su nueva materialidad.
Los artistas juegan un papel de creadores absolutos sobre el dominio de los objetos, sin nada donde apoyarse, sin analogías que resolver, crear de la nada, desde la escurridiza ausencia, comenzar de cero para lograr una identidad, una esencia. Esta es una tarea compleja. Son los artistas quienes presentan, exploran y determinan sus obras, atraviesan la evanescencia de existencias pasadas y franquean nuevos saberes y nuevos procesos, crean referentes y significaciones desconocidas, traspasan los límites, cruzan las fronteras y sostienen otros andamiajes.
Fernanda Aquere, Fabiana Barreda, José Luis Roces, pertenecen a este grupo de artistas, cada uno tiene una manera particular de insertarse en la singular naturaleza de borde sinuoso que es el objeto. Con resonancias propias, cada uno recupera una característica intrínseca de sus objetos creados: la ambigüedad. De ese modo arrojan al campo de atención visual obras con estatus estéticos diferentes, la ambigüedad de la que hablamos requiere de una especial devolución del espectador, convertido en clasificador de la indefinición de un lugar certero y pleno desde donde sustentarlo, en esa no pertenencia de la vaguedad se verá, frente a estas obras, en la situación de tener que preguntarse de que se trata, de solo contemplador pasará a señalar una problemática clasificatoria que no se planteaba hasta la irrupción de los objetos en la escena visual.
De este modo al operar como un proceso sensorial primario se encuentra la relación semántica de lo que podríamos denominar unidad perceptiva como novedad referente, que a la vez se constituye como construcción con códigos propios, con sus relaciones instrumentales, con los significados residuales y con los excedentes visuales fundantes que propone. Así la pretensión de regularla como unidad perceptiva se pronuncia desde un discurso en latencia, inscripto en teorías cuyo centro de sentido es la pertinencia y la articulación de su propia determinación como objeto de arte. Es decir, se procede según los atributos posibles de codificar atravesados por un sistema de relaciones y de desciframientos que siempre estará operando desde el desplazamiento de combinaciones y equivalencias retóricas por las complejas permutaciones propuestas por los propios objetos.
Este desplazamiento de la ambigüedad clasificatoria frente a la presencia de la hibridez, que adopta múltiples formas, diversos soportes, mezclas de medios visuales y de disciplinas para lograrlas, produce una oscilación enunciativa, una evidente experiencia desestructurante para definir un relato visual sobre ellas.
Esta forma de ver, consiste en una nueva manera de decir, en un verdadero descubrir que la comprensión solo puede ser pretenciosa y aleatoria. Tales objetos tendrán unos aportes, otros señalarán diferentes rasgos y sin poder asirlos en su totalidad, dudando de su artisticidad, podremos captarlos en su universo de parcialidades, con un sesgado cúmulo de indefiniciones.
El objeto presenta situaciones en donde la percepción naufraga errante en dudas. Por momentos su compromiso es solo sensorial, por otros puede ser lúdico si la obra lo propone.
Escurridizas tensiones de la incertidumbre y de una cosmovisión fragmentada desde la indefinición, se registran como resistencia al cambio de paradigmas explorados con anterioridad. Ambigüedad, dualidad, indefinición, disolución de la objetividad histórica, desmaterialización de la obra tradicional, son moneda corriente en las obras actuales y se configuran desde un sistema dialéctico que entrelaza una variable sustancial de diversos elementos, que irán conformando la reflexión teórica sobre la práctica artística que se libra hoy por hoy.
Probablemente múltiples significantes conforman una obra, varios encuentros semánticos se alinean alrededor de ella, cantidades de referencias connotales o tal vez nada que considerar, nada por referenciar, solo un conglomerado de anuncios desconocidos que abarcar, que crearán una vasta polisemia de soporte para teorizar sobre la obra actual. Crear nuevos contenidos que trasciendan la comprensión existente, dará algunas pautas para un acercamiento certero, deberemos ir fundando teorías sobre lo que acontece y así construir un nuevo arraigo.
Lic. Stella Arber
Directora del MAC