Raúl Cottone
RADIOGRAFÍA INTERNA
El cuerpo se encuentra en un momento particular en las artes visuales, con presencia absoluta, por momentos aparece como contenido temático, como objeto de análisis, como sujeto de acciones visuales, como reflexión o como punto de referencia del discurso artístico.
Raúl Cottone no escapa a estas premisas, y nos muestra cuerpos como soportes, partes de cuerpos con sus interiores a la vista, en un desvelamiento tan sugerente y misterioso como inevitable de sus estructuras internas.
El artista hace una especie de invocación al adentro corporal, ampliando su visualidad y expandiendo la experiencia de la superficie, que naturalmente vemos, a una cartografía interna del mapa territorial humano que deja desnudo al desnudo.
Activa de este modo una estrategia perceptiva identitaria que nos confronta con el esencialismo vital que todos tenemos, una homovisión hasta las últimas consecuencias, el cuerpo entendido como una unidad física y lugar de concentración de la vida, haciendo desaparecer casi por completo contornos, trazas musculares, sacando la vestimenta corporal de la piel, haciendo desaparecer el afuera y concentrándose en la plenitud del adentro.
Cottone, excluye y ausenta lo anecdótico de estas partes del cuerpo, como la cabeza en la que hace hincapié en este caso, para ir directo a la esencia, enfoca, capta y deja aparecer, convirtiendo así al cráneo humano en protagonista de un microrrelato que despliega su exteriorización a través de estas obras.
Las secuencias fotográficas desarrollan visualmente tramas ocultas, posibles de ver a través de la cámara del artista, que en una disciplina representativa, nos hace reconocer a la cabeza como una parte reveladora y manifiesta, y a la vez nos hace posible reseñar las dimensiones de nuestra propia corporeidad a partir de ella.
La cabeza como estructura física de anclaje de lo humano deviene en una apropiación interna, que queda al descubierto desde su anatomía ósea y se concibe aquí, como un instrumento convertido en el espacio de cautiverio encarnado por su cráneo.
Retratar el destino fisiológico, generando la verdadera situación que presentan estos huesos, los vuelve vulnerables, los condiciona en su aceptación del paso del tiempo y les anuncia los cambios, así y todo su sostén estructural no dejará nunca de cumplir su función, aunque lo interpele el tiempo en forma permanente y devastadora.
Autorretratar su cráneo y dejar ver su interior, implica para el artista mostrarse hasta límites insospechados en ese interior que ya albergó sufrimientos, pasiones, alegrías, temores y toda clase de sensaciones, a la vez que generó un sinnúmero de acciones en su devenir: pensar, crear, manifestar ideas, generar conceptos, bostezar, masticar, hablar, gritar, susurrar o reír, involucrando con ello a toda su osamenta craneana, como lo hace también en la gigantografía ósea de la boca donde exhibe sus dientes y mandíbulas. Esta determinación con que Cottone arbitra los medios para dejar su esqueleto a la intemperie, le impone un retornar permanente a sí mismo, cosa que viene haciendo desde que presentó “Eternidad y tránsito de la creación” en 2005.
Por otro lado aparecen los registros entelados de las veladuras, que sólo son atravesadas en sus atavíos, por lo gestual en su mínima expresión. Como en el caso de las fotografías de las cuatro generaciones de la familia Cottone, retratadas en cinco obras de esta serie.
Lo obvio se desvanece en la permanencia de lo oculto y lo identitario se regenera, se planta en el transcurso del tiempo y acusa las franjas etarias con contundente evidencia.
Todo quedó claro, el artista presta su propio cuerpo para dar cuenta de su historia, cubriendo y descubriendo, o velando y dejando al descubierto. En todos los casos comunica con sus imágenes el latido esencial de su vida a través del arte.
Lic. Stella Arber
Directora MAC UNL