Sobre tecnología escuchamos hablar casi a diario. A diferencia del concepto de ciencia, la tecnología parecería estar más cercana a nosotros, porque reconocemos que vivimos inmersos en ella permanentemente. Incluso la vemos en espacios nuevos que nos toca recorrer, agilizando los procesos y acortando los tiempos. Y también tenemos noticias de ella cuando se le adjudica la culpa de la distancia entre la gente, su despersonalización y sus efectos no deseables sobre la vida y el medio ambiente. En fin, sabemos de muchos usos de la tecnología: cura pero también mata, educa pero también empobrece el pensamiento, agiliza o complica nuestra vida, acerca y aleja a las personas… Parecería ser que hay posturas tecnofílicas y tecnofóbicas entre las que nos debatimos, al tiempo que vivimos con ella. Esto no es nuevo, porque hay tecnología desde el momento en que el primer homínido tomó un trozo de madera entre sus manos, y lo usó para defender a sus hijos de las bestias o para matar a un vecino para quedarse con sus recursos. Ese pedazo de madera ya era tecnología.